9ª Reflexión: "EN VOZ ALTA"

FORMACIÓN: 9ª REFLEXIÓN: "EN VOZ ALTA"
TITULO SEGUNDO
DE LA ESPIRITUALIDAD DE LA HERMANDAD
 
REGLA 11ª

<<El título de Santísimo Cristo de las Aguas nos recuerda las palabras de Jesús que le dan su verdadero significado: "En que tenga sed, que venga a mí; el que crea en mí, que beba. De sus entrañas manarán torrentes de agua viva. Decía esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que creyeran en Él" (Jn 7, 37-39).
Nuestro hermano encontrará en la Madre de Jesús y nuestra y en sus tres advocaciones del Rosario, Mayor Dolor y Guadalupe, el mejor modelo de cómo asociarse a la obra salvadora de su divino Hijo, por medio de la radical fidelidad a la voluntad de Dios sobre nuestras vidas>>.
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"Las pruebas de la vida, a la vez que permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo (cf Col 1, 24), son preludio de la alegría y la esperanza a la que conduce la fe: 'Cuando soy débil, entonces soy fuerte' (2Cor 12, 10). Nosotros creemos con firme certeza que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte".
(Benedicto XVI, Porta Fidei, 15)
 
Esta Regla posee, como podéis imaginar después de leerla despacio y meditarla con atención, una gran riqueza para nosotros, pues nos centra de lleno en el Título de nuestra Hermandad y Archicofradía, en nuestra razón de ser como comunidad cristiana de hermanos y en aquello que nos caracteriza dentro del concierto de Hermandades y Archicofradías en Sevilla. El título de cada hermandad encierra dentro de sí la contemplación y veneración de un Misterio de la Pascua de Jesús, de su Pasión, Muerte o Resurrección. Cada hermandad en nuestra ciudad ocupa su sitio dentro del Misterio central de nuestra fe. Y cada una nos muestra un rasgo de la entrega amorosa de Jesús por nosotros. Hoy nos toca reflexionar sobre ello. ¿Cuál es nuestra advocación en el conjunto de todas ellas?.

Centraremos nuestra atención, pues, en nuestros Titulares que, con gozo y agradecimiento, honramos y veneramos entre nosotros.

Nuestra Regla 11ª va a concretizarnos de modo admirable la espiritualidad propiamente dicha que nos corresponde como hermanos de las Aguas: "La espiritualidad que define nuestra Hermandad y Archicofradía está centrada en Jesucristo crucificado, Sabiduría de Dios, que se nos muestra como manantial que nos trasmite el Agua Viva del Espíritu Santo". Dice que nuestra espiritualidad, el espíritu que debe animarnos siempre como hermanos de Las Aguas, "está centrada", encuentra su fuente y su razón de ser en Jesucristo crucificado, en el misterio de Cristo muerto en la Cruz, habiendo entregado lo mejor de sí mismo, su propia vida y manifestando de este modo el profundo amor por la humanidad, por todos nosotros.

Si como consideramos en nuestra 5ª Reflexión, la espiritualidad es el "espíritu", el sentir común y la actitud básica que debe conformarnos, proponiéndonos la forma que nos corresponde vivir a todos los hermanos, vivida desde lo profundo de nosotros, de ahí su gran importancia para adecuarnos a ella. Dada, pues, la extensión y riqueza de esta Regla, quisiera dividir en dos partes mi "reflexión en voz alta". Primero me detendré en la profundidad del misterio que encierra la advocación de nuestro Santísimo Cristo de las Aguas y, en un segundo momento, en una reflexión aparte, quisiera detenerme en considerar cada una de las tres advocaciones con las que honramos a María, nuestra Madre Santísima.

Hoy, pues, me detendré en la contemplación de la imagen de nuestro Cristo crucificado: Smo. Cristo de las Aguas. Sabemos que en su paso no está solo. El Misterio que encierra nuestro paso refleja el momento que describe el Evangelio de San Juan en el capítulo 19: "Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: 'Mujer, ahí tienes a tu hijo.' Luego dice al discípulo: 'Ahí tienes a tu madre'. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa" (vv. 25-27) Y más adelante al referirse a "La lanzada": "Pero al llegar a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua" (vv. 33-34).
 
Es interesante comprobar cómo esta Regla nos va permitir profundizar más y dar un nuevo paso en lo que ya quedó grabado en nosotros de la Regla 9ª: "Todos los esfuerzos de los hermanos tenderán a Conocer a Cristo e imitarle amoldándonos a su imagen". Este es el telón de fondo de nuestra espiritualidad de Hermanos de Las Aguas: Ser hermanos es hacernos a Él, amoldarnos a Él, revestirnos de Él. Y ello va a implicar para nosotros tomarnos muy en serio nuestra pertenencia y unión a Jesucristo y vivir conscientes y de forma fehaciente nuestra configuración plena con Él, con Cristo crucificado a quien amamos, honramos y veneramos en su bella y dramática imagen tan querida por nosotros.
 
¿Qué encierra de original nuestra advocación de "Las Aguas"? Nuestra misma regla nos da la clave: "El título de Santísimo Cristo de las Aguas nos recuerda las palabras de Jesús que le dan su verdadero significado: "En que tenga sed, que venga a mí; el que crea en mí, que beba". "El que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás" (Jn 4, 14). "El que crea en mí, no tendrá nunca sed" (Jn 6, 35). Jesucristo es el manantial de vida representada por el Agua. De sus entrañas manarán torrentes de agua viva. Decía esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que creyeran en Él" (Jn 7, 37-39).
 
Y es que el tema del agua en la Biblia es importante. Forma parte de su simbología preferida. En ella se nos habla de un agua regeneradora y purificadora y por ello, claro está, será el símbolo de bautismo, de nuestro nuevo nacimiento. Profetizaba ya el profeta Ezequiel: "Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras manchas y de todos vuestros ídolos os purificaré. Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo... infundiré mi espíritu en vosotros" (Ez 36, 25-27). Y el agua que mana del costado de Cristo en la cruz es el símbolo del Espíritu que nos regeneró en el Bautismo y es, como bellamente nos lo dice nuestra Regla: "Sabiduría de Dios, que se nos muestra como manantial que nos trasmite el Agua Viva del Espíritu Santo". Por eso nos urge acercamos a vivir de Cristo: "Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin: al que tenga sed, yo le daré gratuitamente del manantial del agua de la vida" (Ap 21, 6). Solo así, viviendo de él, inmersos en él, le viviremos a él y seremos seguidores suyos, de Jesús, el Cristo. Se nos da el Espíritu de Jesús para vivir de su mismo Espíritu. Nuestra imagen del Smo. Cristo de las Aguas en el centro de nuestra capilla, está ahí, ante nosotros u con nosotros, para recordarnos y revivir siempre su gran amor hasta el extremo y para comprometernos a seguirle a él como nos lo propuso: "Jesús dijo a sus discípulos: 'El que quiera venir en pos de mí que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga" (Mt 16, 24). Seguir a Jesucristo constituye el núcleo, el eje y la fuerza que nos permite como hermandad, como comunidad cristiana, desplegar nuestra fe. Por eso, seguir a Jesús así, donando su vida por amor, es la opción primera que hemos de hacer como cristianos, como hermanos de las Aguas. Es encontrar por fin el camino, la verdad, el sentido, la razón de nuestro vivir diario. Poder vivir dando un contenido concreto a nuestra fe, pues seguir a Jesús es creer en lo que él creyó, dar importancia a lo que se la daba él, interesarnos por lo que él se interesó, defender la causa que él defendió, mirar a las personas como las miraba él, acercarnos a los que sufren como él se acercaba, sufrir por lo que él sufrió, confiar en el Padre como confiaba él, enfrentarnos a la vida y a la muerte con la esperanza con la que él se enfrentó. Los primeros cristianos entendían su vida como la aventura de seguir a Jesús haciéndose "hombres nuevos" y "mujeres nuevas". (J.A. Pagola). Y nosotros, al hacernos hermanos de Las Aguas, queremos hacer nuestra sus actitudes y su entrega, interiorizándola cada día, para seguir desplegando el estilo de vida de Jesús.
 
Javier Bermúdez Aquino
Consiliario de Formación
 
 
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