7ª Reflexión "EN VOZ ALTA"

TITULO SEGUNDO
DE LA ESPIRITUALIDAD DE LA HERMANDAD

REGLA 9ª
Todos los esfuerzos de los hermanos tenderán a conocer a Cristo cada día mejor y a imitarle siguiendo sus huellas y amoldándose a su imagen. Consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo por la regeneración y unción del Espíritu Santo, los hermanos se ofrecerán a sí mismo como Hostia viva, santa y grata a Dios, dando testimonio de Cristo en todo lugar.

"En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo" (Gálatas 3, 27).

Ante todo, os invito a leer despacio y meditar en vuestro corazón esta regla que toca el centro mismo de nuestra fe. Perdonad, esta vez la reflexión es un poco más larga pero veréis el tema lo requiere.

Los hermanos debemos tener muy claro que al afiliarnos a la hermandad nos constituimos en Comunidad Cristiana, porque la identidad de nuestra hermandad, su razón de ser, es estar centrada en la adoración y el reconocimiento de Jesucristo como nuestro Salvador y Redentor: "Donde están dos o más reunidos en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos." Pertenecer a la Hermandad no es afiliarnos externamente a un grupo humano por mera simpatía o tradición familiar o social. Ser hermano de las Aguas tiene que afectarme personalmente en mi ser profundo, pues es una auténtica llamada a convertirme a Jesús y a su proyecto de vida junto a mis hermanos.

El fin de la hermandad es promover la evangelización de sus miembros. Y ser evangelizado es aceptar en nosotros como "buena nueva" existencial, como una experiencia que nos atañe personalmente y cambia el rumbo de nuestra vida, la presencia de Jesucristo. Esto debe emocionarnos agradecidos a todos los hermanos.

El hoy de la Iglesia busca con afán actualizar vitalmente esta visión: "Urge la reforma de la Iglesia buscando su fidelidad al Evangelio de Jesucristo dentro de la nueva situación del mundo". Es por esto que el 14 de octubre da comienzo el "Año de la fe" que el Papa Benedicto XVI propone a los 50 años de la convocatoria del Concilio Vaticano II, como "una buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe"; "la fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él"; "Nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia". (Porta Fidei, nn. 10, 13) Esta preocupación quedó ya reflejada en un documento conciliar: "Es necesario que todos los miembros de la Iglesia configuren su conducta de modo que Cristo quede formado en ellos" (LG 7) "Volver a Jesucristo" resuena hoy en todos los documentos de la Iglesia y en la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, el papa insistió una y otra vez en la necesidad de "estar arraigados y edificados en Cristo". Toca a nuestra hermandad optar decididamente por esta llamada.

Y esto es así, porque los tres verbos que utiliza nuestra regla 9ª tienen un profundo significado para nosotros: conocer, imitarle, amoldándonos cada día más a Cristo. De ahí que todos los esfuerzos de los hermanos deberán mirar a ello: tender con apasionamiento a configurarnos con Cristo, revistiéndonos de él, haciendo nuestra su vida y su causa, que es la vida y la causa de Dios. Todo entre nosotros debe contribuir a favorecer esta identificación con Cristo, el Viviente, amoldándonos a su ser y a su quehacer. Cristianos somos si nos dejamos alcanzar por el espíritu de Jesús, nos apasionamos por la causa que le motivó a él y tratamos de re-crear su conducta. Esto es lo que significa la fe cristiana. El título II de nuestras reglas: La espiritualidad de la Hermandad, es el medio que tenemos los hermanos para hacer crecer en nosotros nuestra propia identidad cristiana. Y el seguimiento de Jesús es nuestra tarea primordial por encima de todo. Necesitamos reivindicar este núcleo central de nuestra espiritualidad para autentificar verdaderamente nuestra pertenencia cofrade a una Hermandad en Sevilla: "Todos los esfuerzos de los hermanos tenderán a ello".

¿Cómo favorecer este encuentro personal e ineludible con Jesucristo por parte de los hermanos? ¿Cómo planificar este acercamiento a la fuente y manantial que permite a los hermanos conocer, imitar y amoldarse a Jesucristo y que realmente sea un hecho palpable y vivo y no una mera aspiración o suposición que no arraigue en nosotros?.
La Hermandad cuenta, nos lo recuerda esta misma regla, con una certeza: Los hermanos estamos ya, de hecho, consagrados, es decir, separados y destinados, en nuestro ser y en nuestro actuar, a ser casa espiritual y sacerdocio santo: a ser morada de Dios (por la inhabitación de Espíritu Santo en nosotros) en medio del mundo y a vivirnos en continua ofrenda y dedicación a proyecto de Dios en la tierra. Ser hermano de las Aguas equivale a situarnos en las mismas coordenadas en que Dios está: hemos sido regenerados y ungidos por el Espíritu Santo para ser y vivirnos así.

Lo que sí debe quedar claro para nosotros es que la finalidad de nuestra hermandad es, por encima de todo, favorecer este encuentro vivo con el Señor Jesús, decisivo para nuestras vidas y, por ello, para la vida de la Hermandad. Que suceda en cada uno de los hermanos este hecho fundamental, es lo que va a permitirnos vivirnos como hermandad cristiana, no de nombre sino de verdad. Todo las demás tareas y actividades vendrán como añadidura y serán el fruto, la expresión, la significación de esta verdad primera: "Sin mí no podéis hacer nada" y "todo lo puedo en él que me fortalece".

Finalmente, nuestra regla nos dice: "los hermanos se ofrecerán como Hostia viva, santa y grata a Dios dando testimonio de Cristo en todo lugar". Esto significa dejar que pase por nuestro corazón –gracias a la luz y fuerza del Espíritu en nosotros-, la experiencia o espacio interior de Jesús que incluye tres rasgos inseparablemente unidos: la intimidad con el Padre, en quien siempre se puede confiar; el apasionamiento por construir el reino de Dios o fraternidad universal; y la compasión eficaz ante el sufrimiento de los marginados y excluidos de la sociedad.

Y es de notar que de los tres rasgos, la intimidad con el Padre fue para Jesús lo que inspiró su apasionamiento por la llegada del reino y la compasión eficaz a favor de los excluidos. La clave está en esto. Podemos afirmar que el porvenir del cristianismo dependerá del crecimiento en esa intimidad con el Padre. Sólo en él encontraremos la fuente para proseguir la causa de Jesús "dando testimonio de él en todo lugar".

Y es dentro de esta visión en nuestra hermandad como nos aparece la figura de María, nuestra madre Santísima, en tres advocaciones. Porque no debemos olvidar que siguiendo a Jesús, María se siente gratificada por la mirada de Dios y es "la pobre del Señor" entregada totalmente a su proyecto. Ella es el signo para todos nosotros de cómo debemos "poseer y dejarnos alcanzar por el espíritu de Jesucristo".

A esta altura de nuestra reflexión nacen, entonces, estas preguntas acuciantes: ¿Qué estamos haciendo sus seguidores? ¿hablamos a alguien de Jesús? ¿lo hacemos creíble con nuestra vida? ¿hemos dejado de ser sus testigos? Ya el papa Pablo VI en 1975 formulaba estos mismos interrogantes: "¿Creéis verdaderamente en lo que anunciáis? ¿Vivís lo que creéis? ¿Predicáis verdaderamente lo que vivís?; hoy más que nunca el testimonio de vida se ha convertido en una condición esencial con vistas a una eficacia real de la predicación; sin andar con rodeos, en cierta medida nos hacemos responsables del Evangelio que predicamos" (EN 76).

Javier Bermúdez Aquino
Consiliario de Formación

Hdad. de las Aguas - c/. Dos de Mayo,1 - 41001 Sevilla. Hostgator coupons - Todos los Derechos Reservados.