4ª Reflexión "EN VOZ ALTA"
"¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: 'Tengo fe', si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen de sustento diario, y alguno de vosotros les dice: 'Idos en paz, calentaos y hartaos', pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta" (St 2, 14-17)
Regla 4ª
Tercer fin: El ejercicio de la Caridad Cristiana.
Como en una cascada, este tercer fin de nuestra Hermandad viene a ponernos en guardia: El verdadero culto deberá ser la expresión y manifestación exterior de la vivencia espiritual y verdadera que anida en nosotros, dentro de nosotros, por la sincera conversión a Jesús que se opera en nuestro corazón. Pero a su vez, nuestro amor personal a Dios, la experiencia de su cercanía y amor, deberá redundar en la apertura y entrega amorosa a los hermanos: en el ejercicio de la caridad cristiana.
La caridad, una de las tres virtudes teologales, es el amor mismo de Dios en nosotros y por ella podemos amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas y sobre todas las cosas y al prójimo como nosotros mismos. Y es por la fe que nos hacernos participes, de forma gratuita y sorprendente, de la misma vida de Dios, de su propia intimidad. La ruptura entre Dios y nosotros a causa del pecado original, supuso la pérdida de esta relación de cercanía y amistad con Dios. Desde entonces, a lo largo de toda la Historia de la Salvación, Dios, por su gran benevolencia, ha querido restablecer esta unión. Él mismo tomó la iniciativa a través de la historia del pueblo de Israel para aproximarse al hombre y preparar este encuentro audaz e inaudito. En la plenitud de los tiempos, cuando él lo quiso así, nos envió a su propio Hijo para llevar a cabo este encuentro entre su divinidad y nuestra pobre humanidad quebrantada. Detrás de este misterio insólito y asombroso –la Encarnación, Amor que desciende en Jesús de Nazaret y que culminará su entrega total en la Cruz por nosotros- se esconde la realidad misma de Dios, su esencia más íntima y verdadera: Dios es Amor (1 Jn 4, 16), que es su identidad más profunda: dentro de sí vive la comunión más honda que puede existir: la Trinidad Santísima, unión plena y eterna del Padre y el Hijo y el Espíritu Santo.
Dios mismo ha tomado la iniciativa de darnos a conocer y manifestarnos su amor para que nosotros le respondamos de igual manera, amándolo con todo nuestro ser y con todas nuestras fuerzas... -"Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él" (1 Jn 4, 16)- pero haciéndolo extensivo, como parte de la misma dinámica del amor, a todos los hermanos en humanidad: "mi mandato es que os améis como yo os he amado" (Jn 13, 34; 15,12.17) "en esto sabrán que sois mis discípulos: si os tenéis amor los unos a los otros" (Jn 13, 35). Hay pues, un acrecentamiento del mismo amor de Dios que se hace extensivo a través de nosotros a todos los demás, con la advertencia de San Juan: "Si alguno dice 'amo a Dios', y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve" (1 Jn 4, 20.)
El ejercicio de la caridad nace, pues, de la misma esencia de nuestra fe. Amar y preocuparnos por los demás brota de forma espontánea de nuestro amor a Jesús y de nuestra fidelidad evangélica, sobre todo donde lo requiera la carencia y necesidad de nuestros hermanos, especialmente los más pobres. Potenciándola, como lo dice expresamente nuestra regla, a los hermanos de la corporación que están necesitados. En estos momentos de crisis económica en que tantos hermanos ven mermado su bienestar hasta límites extremos, es cuando debemos estar más atentos y solícitos. Es llamativo que precisamente ahora, en medio de la zozobra y la angustia de tantos hermanos, nuestra hermandad se haya vinculado al Economato del Casco Antiguo para poder ayudar eficazmente a paliar su situación crítica. A todos nos toca hacer viable y operativo este medio –a través de nuestro hermano Consiliario de Caridad, Luis Carlos Cía -para favorecer a los más pobres y de forma eficiente.
Para profundizar esta regla, les sugiero la lectura sosegada de dos de las encíclicas del papa Benedicto XVI: Deus Caritas Est (Dios es amor) y Caritas in veritate (La Caridad en la verdad) que, como sus títulos indican, se dedican totalmente a este tema.
Javier Bermúdez Aquino
Consiliario de Formación