Con tenue luz, la Virgen se encontraba en el medio, llena de gracia, rodeada de su gente más cercana que esperaban que por fin llegara el momento del nacimiento del Niño que había sido llamado para enseñarnos el camino de Dios y salvar al mundo de sus propias miserias. 

 

La oración se hacía presente. Todos rezábamos para que María Santísima nos alumbrara el camino de nuestra vida con ese faro encarnado en nuestro Señor. Teníamos a María más cerca que nunca. La podíamos tocar e incluso besar con nuestros labios de hijos y, sin embargo, la dejamos descansar sumiéndonos en recogimiento y en oración para que todo saliera bien. Su éxito sería el nuestro, porque Cristo viene a por nosotros.

 

Sucedió el pasado sábado 14, cercana ya la expectación de la Virgen. Como si de una clase de pre-parto espiritual se tratase, nuestra comunidad de fieles se reunía en Vigilia de Oración, arañando los últimos días de adviento para prepararnos al nacimiento del Niño Dios, bajo la batuta de nuestro Consiliario de Formación, Don Francisco Javier Bermúdez Aquino; profesor de aquella singular clase que no iba dirigida a tan Bendita Parturienta, más erudita que nadie en las cosas de Dios, sino a nosotros, sus hijos.

Porque toda preparación es poca para empezar un nuevo año desde el amor, desde el perdón y la caridad. Profundidad para examinar nuestras conciencias y 365 días por delante para enmendar nuestros errores y no desviarnos del camino que nos enseña Cristo.

 

El tiempo se acerca. Las contracciones cada vez se repiten con mayor rapidez y todo se precipita en el calendario. Corred, reunirse en familia para celebrar que Dios viene para quedarse con nosotros. Haced de posadero y abrid las puertas de vuestra casa a María, para que Jesús vuelva a renacer en vuestro hogar.

 

Contadle a los vuestros que la espera ha terminado, que Cristo está a punto de nacer...y lo hará en vuestra casa.