10ª Reflexión: "EN VOZ ALTA"

TITULO SEGUNDO
DE LA ESPIRITUALIDAD DE LA HERMANDAD
 
REGLA 11ª (B)
"Nuestro hermano encontrará en la Madre de Jesús y nuestra y en sus tres advocaciones del Rosario, Mayor Dolor y Guadalupe, el mejor modelo de cómo asociarse a la obra salvadora de su divino Hijo, por medio de la radical fidelidad a la voluntad de Dios sobre nuestras vidas".
 
"María es la mujer del «sí». María, ayúdanos a conocer cada vez mejor la voz de Jesús, y a seguirla" (Papa Francisco, Twitter 21 el 23-4-2013).
Después de considerar en nuestra reflexión anterior (10) con detenimiento y devoción el misterio que encierra la advocación de Nuestro Santísimo Cristo de las Aguas, la profundidad de su significado para nosotros y la urgencia de hacerlo vida en nosotros, quisiera abordar ahora, también con detenimiento, el último párrafo de nuestra Regla 11ª que centra su mirada en María, la Madre de Jesús, en sus tres advocaciones -Madre del Mayor Dolor, Virgen Sma. de Guadalupe y Nstra. Sra. del Rosario- y su lugar en la espiritualidad de los hermanos.
 
 
Nuestra espiritualidad, se nos ha dicho, está centrada en Jesucristo crucificado. Y asociada a este Misterio está María, como nos lo narra San Juan: "Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre..." (Jn 19, 25), María estuvo acompañando a Jesús a lo largo de toda su vida desde el día de la Encarnación en que, por obra y gracia del Espíritu Santo, se dio a conocer visiblemente, dentro de nuestra Historia, la misión en la Persona del Hijo de Dios hecho hombre. Vamos por ello a contemplar ahora en María Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra -como nos dice nuestra Regla-: "el mejor modelo de cómo asociarse a la obra salvadora de su divino Hijo". La figura de María aparece, pues, en nuestra Hermandad asociada al sufrimiento de su Hijo Jesucristo en la cruz por amor, siendo por ello Nuestra Madre del Mayor Dolor.

Es interesante comprobar cómo nuestra Hermandad nos plantea una espiritualidad de sentirnos, como hermanos de las Aguas, asociados –como lo hizo María nuestra Madre- a la obra salvadora de Jesús. Nos hacemos hermanos para unirnos a la misión propia de Jesús: a su obra salvadora, sanadora, reparadora de nuestro mundo enfermo y necesitado. De ahí se desprende, pues, que somos en realidad por nuestro ser cristiano, una Hermandad Evangelizadora, y por ello estamos llamados a colaborar en la Obra de Jesús y ser portadores, en todo nuestro quehacer y en nuestros proyectos y trabajos, de la misión de Jesucristo. Por ello recordamos nuevamente nuestra Regla 9ª: "Todos los esfuerzos de los hermanos tenderán a Conocer a Cristo e imitarle amoldándonos a su imagen". Los hermanos debemos revestirnos de Cristo: Asociarnos no se queda sólo en inscribirnos en un grupo humano por la sola afinidad de un gusto y una devoción por unas imágenes y por nuestros titulares, sino que tenemos que percatarnos que asociarnos –como lo hizo María- significa entrar de lleno y optar personalmente al entrar, por el proyecto de Dios realizado históricamente en Cristo Jesús, actualizado día a día en la Iglesia desde el día de Pentecostés con la fuerza del Espíritu Santo y asumido de modo explícito por nuestra Hermandad. Lo que nos urge íntimamente, y deberá ser nuestro primer propósito como Hermandad, es apropiarnos, como hermanos cristianos que somos, de la tarea salvífica que encierra la advocación de nuestra Hermandad que explicita nuestra Regla: "la obra salvadora de su divino Hijo". Todo lo que proyectemos y llevemos a cabo como Hermandad, deberá estar animado por este convencimiento.
 
Y si honramos a María, nos dice nuestra Regla de Espiritualidad, es por su papel único y exclusivo en favor de los hombres: El haberse asociado a la obra salvadora de su divino Hijo. La reconocemos y veneramos como la Madre de Jesús y Madre nuestra: "Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: 'Mujer ahí tienes a tu hijo'. Luego dice al discípulo: 'Ahí tienes a tu madre' Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa" (Jn 19, 26-27). Pero a continuación se desprende de forma maravillosa lo que nuestra Hermandad espera de este reconocimiento: "El hermano encontrará en la madre de Jesús el mejor modelo de cómo asociarnos a la obra salvadora de su Hijo". ¿Y cómo se asoció ella a la obra de Jesús? Nuestra misma Regla nos da la respuesta y con ello nos señala la actitud que debemos asumir los hermanos: "por medio de la radical fidelidad a la voluntad de Dios sobre nuestras vidas" que consiste, pues, en hacer nuestro el plan de Dios para la humanidad, convertir nuestra vida de Hermandad en un asociarnos –como lo fue María- a ese proyecto salvífico llevado a cabo por Cristo Jesús. Esta visión que nos proporciona nuestra Regla 11ª trae consigo dos conclusiones: La primera es que, como lo llevamos considerando a lo largo de nuestras reflexiones, lo que debe presidir nuestra pertenencia a nuestra Hermandad es una opción personal de vida, un querer vivir de forma consciente y clara la llamada de Jesús: "Convertíos y cambiad vuestra vida" pues estamos llamados a ser: "Vosotros sois la luz del mundo y vosotros sois la sal de la tierra". Contemplar el misterio de María, Nuestra Madre del Mayor Dolor, al pie de la cruz haciendo suyo el sufrimiento de Jesús es hacer nuestro el amor de donación y entrega que encierra: "El que tenga sed que venga a mí y beba...". Nos acercamos a Jesús para hacer nuestro –como lo hizo María- Su Camino, Su Verdad y Su Vida: "Si alguien me ama, mi Padre le amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada" (Jn 14,23). Esto es el corazón, la fuente y el manantial mismo de nuestra Hermandad: Vivir en nosotros la misma vida de Dios traída a nosotros por la entrega total de Nuestro Salvador. Por eso somos hermanos de las Aguas, porque queremos dejar moverse dentro de nosotros los "ríos de agua viva que corren dentro de nosotros" (Jn 7,37). Y esto es lo que nos capacita para verdaderamente asociarnos a su obra salvadora; nos hace discípulos y testigos de la Vida Nueva traída por Él al mundo.
 
Es entonces cuando se aclaran para nosotros como hermanos las otras dos advocaciones que tenemos en nuestra Hermandad: Nstra. Sra. del Rosario y Sma. Virgen de Guadalupe. En el Rosario podemos contemplar con María todo el recorrido de la vida de Jesús en sus misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos. Queremos con ella asociarnos a toda la vida de Jesús, a su palabra y a sus obras, viviéndonos en esa corriente de Vida y Salvación que hoy vivimos en la Iglesia por obra y gracia de Espíritu Santo. Y todo ello... ¿para qué? ¿Qué espera el Señor de nosotros hermanos y cofrades de Las Aguas? Nuestra última advocación mariana nos centra en ello. Decir Guadalupe es decir Evangelización, Misión, tarea de la Iglesia en el mundo: "Id y llevad el mensaje de Salvación a todos los hombres". De Extremadura a México, Nstra Sra de Guadalupe encendió en los corazones la llama del amor de Dios. Y si nuestra Hermandad escogió esta advocación y "está agregada a la Insigne y Nacional Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, de la ciudad de México" (Regla 1ª) es porque hace suya esta llamada a evangelizar y a compartir nuestra fe; a ser testigos vivos de la presencia amorosa del Dios-con-nosotros, sabiéndonos acompañados, amparados y asociados con ella, con María nuestra Madre y Modelo, a vivir la radicalidad –desde la raíz misma de nuestro ser- de la fidelidad a la voluntad de Dios, a lo que él soñó y quiere para nosotros y para todo el mundo.
 
Javier Bermúdez Aquino
Consiliario de Formación
 
 
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